No pienso en títulos

¿Y qué me queda? Bendigo tus pasos con la misma fuerza que a ti te dan igual los míos. No me queda más que estar aquí y entristecerme, darle un tributo de lágrimas a tu ausencia y limpiarme el rostro mientras voy llorando. Sí, porque todo acto tiene—más que su lado bueno— su lado útil. Y de que ya no me hables, aprendo a ya no escucharte.

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